Thursday, April 12, 2007


P. PICASSO, LAS SEÑORITAS DE LA CALLE AVINYÓ, 1907

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Blogger clasesdearte said...

Andre Salmon, ya en 1912, suscitó la idea de que la pintura de vanguardia nació en Francia en 1907 con la creación del revolucionario cuadro de Picasso Las señoritas de Aviñón, considerado además como la obra germinal del lenguaje cubista. Esta rotunda tesis, avalada por otros comentaristas, no ha sido puesta en duda por la historiografía hasta el presente. De hecho, son los experimentos que llevaron a cabo Pablo Picasso y Georges Braque a partir de ese momento los que configuraron el horizonte estético del cubismo, decididamente afianzado después de 1910 como corriente de vanguardia, que se hizo internacional en apenas dos años. En origen, la composición de las Señoritas está relacionada con las últimas Bañistas de Cézanne y con obras de él derivadas, como las de Matisse Alegría de vivir y Lujo, calma y voluptuosidad, a la que trata de oponerse conceptualmente; pero sobre todo está influida directamente por la estética antiacadémica de la escultura arcaica griega, egipcia, ibérica y negroafricana. Durante 6 meses el pintor estuvo haciendo dibujos previos, cada vez más simplificados, eliminando lo anecdótico para quedarse únicamente con el espacio y las figuras; después lo transformó con violencia, y al fin lo dejó inacabado. Pero de todas formas, con él revolucionó el modo de concebir la pintura, aunque de momento no fuera entendido. Al parecer la obra fue concebida como una sátira erótico-alegórica-literaria de las obras en boga relacionadas con la Arcadia. Se trataba de cinco mujeres y dos hombres en la habitación de un prostíbulo, en torno a una mesa con frutas, flores, cortinas, etc. En principio la figura central sentada era un marinero, y la que entraba por la izquierda, un estudiante que llevaba una calavera. Placeres de la carne y de los sentidos enfrentados a la muerte, que configuraban una vanitas a la manera barroca, para reforzar la ironía antiacadémica. En las simplificaciones desaparecieron los hombres y las flores, quedando las mujeres en un espacio poco profundo, como en un bajorrelieve. Del lienzo original pintado en la primavera de 1907 sólo quedan los desnudos centrales que miran al espectador. Es patente la norma del antiguo Egipto en la figura de la izquierda, mientras que el arte ibérico influye en el modelado de las cabezas, algunas de las cuales fueron violentadas en el otoño, tras el contacto de Picasso con las esculturas africanas. Matisse, Derain y Vlaminck ya se habían interesado por ellas, y parece que fue Matisse quien indicó a Picasso que podían encontrarse en una tienda de la calle Rennes. El gran valor del arte africano era que integraba figura y espacio en un mismo término. El espacio no es ya un contenedor estático de figuras, sino que puede ser sujeto de deformaciones, exactamente igual que ellas; o sea, se convierte en forma dinámica. La figura, gracias a la multiplicidad de planos, puede verse de frente, de perfil y de espaldas a un tiempo, como la mujer en cuclillas de la derecha, con lo que se rompe el sentido del volumen y la perspectiva tradicional. En efecto, desde el Neoclasicismo los artistas estaban revisando el concepto de espacio pictórico renacentista, creado a base de un espectador fijo que tiene ante sí un cubo de espacio, en el que las figuras se disponen empequeñecidas según se alejan del primer plano. Los neoclásicos dispusieron las figuras a manera de friso en relieve; después los realistas, impresionistas y postimpresionistas habían ido controlando la profundidad por diversos medios, acercándose a la realidad bidimensional del cuadro; Gauguin, Cézanne y los fauves lo comprendieron plenamente. Pero no obstante, la deformación de la figura y el espacio en estos pintores había sido mínima. Picasso descubrirá que la figura puede cortarse en planos, descomponerse, analizarse y que por eso la pintura no deja de ser un cuadro. Cuando mostró Las señoritas a sus amigos quedaron extrañados, con excepción del marchante Daniel Henri Kahnweiler. Permaneció arrinconado en el Bateau-Lavoir hasta que en 1920, sin haberlo visto siquiera, lo compró el coleccionista Jacques Doucet. En 1925 fue publicado por los surrealistas y en 1937 se expuso por vez primera. Parece que el título original fue El burdel filosófico, puesto por Apollinaire y Salmon; luego fue Salmon quien lo llamó al parecer Carrer d'Avinyó, una calle de Barcelona, por donde había vivido Picasso, en la que había prostíbulos. Se hacían bromas con el cuadro acerca de que la abuela de Max Jacob era de Avíñón y de que Fernanda Olivier, la amante de Picasso, y Marie Laurencin, la de Apollinaire, estaban allí representadas.

Friday, April 13, 2007 10:23:00 AM  
Blogger faronnailor said...

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